viernes, 22 de abril de 2011

TIRANIA AMADA

Creé un monumento, un periodo de la historia sólo para ponerle tus colores, para llamarlo con tu nombre. La vestí de fundamentos técnicos, de criterios de simbología, de necesidad institucional, de emergencia nacional y me creyeron; pero lo cierto es que quería inmortalizar el huracán del paso de tu aplastante vida por la mía con la estela de tus reflejos que emanaban Si ves a una empresa de amautas llevar tus colores, y que su imagen se haya inmortalizado con la tuya, sólo es un sueño faraónico de ganar guerras genocidas para que me admires y cures las costras de mis heridas en los bálsamo que frotan tus pechos. Sudor tibio naranja es mi historia después de ti, Amén.

Hube de adornar tus pasos con pieles de turcos para que no te canses y sólo te dediques a amarme. Si cree un monumento de 4 pisos fue a tus formas, si me muevo es al compás de tu feminidad toda que cimbrea en cada hedor de ansia, celoso de estar en celo de ti en cada instante, por morar un instante de forma espontánea en tu mente psicóticamente seductora. En tu vientre quise eyectar una nueva nación, un nuevo Perú; tu raza de sabor no podrá ser extinguida por ninguna razzia que mi corte desclasada contra ti haya ejecutado.

Tal vez pensé era el emperador designado por los ciclos de la historia para gobernar una nueva historia; tenía el genio, el poder, y lo más importante, la vanidad suficiente. Era el tiempo dialéctico propicio. Pero un Marco Antonio sólo corresponde a la historia si antes le consultó al amor, porque así es la fuerza de lo natural, porque los más grandes requieren un móvil grande que levante, critique, que decida por ellos para que ellos gobiernen.


Peruanidad bonita, terroncito de azúcar, tu mirada se clava en el tiempo y tus colores lo bañan todo aun cuando la quema de todo registro histórico, pictograma, discurso o leyenda sobre tu alma se haya extinguido en el fuego de una inquisición necesaria. Anclaste un hombre fuerte capaz de quebrar el pescuezo a su propia sangre por la defensa de su libertad de lecho, porque la batalla final enseñaste a que sea contra uno mismo y por lo que cree, ansía y ama. Aunque hoy, al menos, ya no te creo.


Tu mirada felina fue una transfusión de sangre que ahora vive en automático, que crece en su propio cause sin necesidad de tocar su fuente. Este tiranillo que pasada la guerra del fin del mundo, suelta mucho brillo con sueños inmortales e ideas ultra históricas. Este que se cree el rey hoy se reconstruye sobre sus cenizas con la furia de una momia herida, que acumula las tragedias de la historia y los fervores del presente, erigiéndose fantástico cual Eddie the Head, estentóreo y aullante.


Y es que tal vez, en un periodo de nimiedad e indecisión, los humanos necesitemos de una raza que imponga su tiranía, sus colores por la seducción o por la fuerza; para después saber oponerse con la misma violencia, amando al opresor de su libertad y su corazón.

Mis esbirros cuentan que te auto- desterraste con ese duque falso en una boda de invento, llevándote las joyas de mis afectos a galos amaneceres, porque tenías ambición de riquezas y amor inmortal; que la desgracia de mi régimen expulsó. Se instaló una comisión de la verdad a tu nombre.


Gonzalo.